Las vitaminas son compuestos orgánicos esenciales que el cuerpo necesita en pequeñas cantidades para funcionar correctamente. Aunque no aportan energía directamente (como los carbohidratos, grasas o proteínas), son fundamentales para que el metabolismo, el crecimiento, la reparación celular y muchas otras funciones fisiológicas (enzimáticas, inmunológicas, neurológicas, etc.) se lleven a cabo de manera adecuada.
Su deficiencia, incluso en pequeñas cantidades, puede alterar profundamente la fisiología del organismo.
Algunas vitaminas, que denominamos esenciales, no pueden ser producidas por el organismo, o no en cantidades suficientes, y, por tanto, deben obtenerse a través de la dieta. Pero para ejercer su acción, no basta con ingerirlas: el intestino debe absorberlas correctamente.
Sin embargo, en algunas personas, el cuerpo no logra absorberlas correctamente. Cuando este proceso falla -por enfermedades, cirugías o trastornos metabólicos-, hablamos de un trastorno de malabsorción, lo que significa que, aunque la persona consuma alimentos ricos en vitaminas, su organismo no puede aprovecharlos de forma adecuada.
Esta situación puede derivar en carencias nutricionales importantes (incluso si la ingesta dietética es adecuada) con consecuencias importantes para la salud al poder afectar múltiples funciones vitales, como la energía, la inmunidad, la salud ósea, neurológica o visual, entre otras.
La malabsorción vitamínica puede estar causada por diferentes factores y problemas del organismo. Por ejemplo, puede estar relacionada patologías del tracto gastrointestinal (enfermedad celíaca, Crohn o colitis ulcerosa Síndrome del intestino corto tras cirugías intestinales, Insuficiencia pancreática (como en la fibrosis quística o pancreatitis crónica), problemas hepáticos, cirugía bariátrica, el uso prolongado de ciertos medicamentos (antiácidos, metformina, anticonvulsivos, antibióticos, etc.), entre otros.
¿Qué puede causar que las vitaminas no se absorban de manera adecuada?
La malabsorción vitamínica puede producir una amplia variedad de síntomas y complicaciones, dependiendo de qué vitamina o grupo de vitaminas esté comprometido, así como del grado y duración del déficit.
Dependiendo de qué vitamina no se esté absorbiendo correctamente, las consecuencias en el organismo afectarán a una u otra función. Por ejemplo:
- Vitamina A: Problemas de visión, especialmente nocturna, y piel seca, descamación.
- Complejo B: astenia generalizada, calambres, pérdida de masa muscular.
- Vitamina B12: Fatiga, anemia, pérdida de memoria, deterioro cognitivo, neuropatías, alteracions del equilíbrio,
- Vitamina C: anemia por menor absorción de hierro, mala cicatrización y fragilidad capilar.
- Vitamina D: Debilidad muscular, raquitismo en niños y osteomalacia en adultos, osteoporosis, mayor riesgo decaídas y fracturas, mayor susceptibilidad a infecciones.
- Vitamina E: Problemas neurológicos y musculares, reflejos disminuidos.
- Vitamina K: Tendencia a hematomas, sangrados espontáneos y problemas de coagulación.
¿Cómo influye una nutrición equilibrada en el nuestra salud y bienestar general?
Una nutrición equilibrada proporciona al organismo todos los nutrientes esenciales, tanto macronutrientes (proteínas, grasas, carbohidratos) como micronutrientes (vitaminas y minerales) en las cantidades adecuadas para mantener su funcionamiento óptimo.
El impacto de una nutrición equilibrada es amplio y multifactorial, ya que no solo previene enfermedades, sino que optimiza las funciones del cuerpo y de la mente, promoviendo un estado de salud integral y de calidad de vida.
Respecto a la prevención de enfermedades, sabemos que disminuye el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles como obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión, dislipemias y enfermedades cardiovasculares y reduce la incidencia de déficits nutricionales y sus consecuencias (anemias, osteopenia, deterioro neurológico, inmunodeficiencias funcionales).
A nivel fisiológico, mantiene la integridad estructural de tejidos como la piel, los músculos, el sistema nervioso y los huesos; sostiene el metabolismo energético, la función hormonal, la renovación celular y la respuesta inmunológica; y algo muy importante como es favorecer el equilibrio de la microbiota intestinal, clave para la digestión, la inmunidad y la salud mental.
Una dieta equilibrada va a tener además un impacto muy positivo sobre el rendimiento físico e intelectual, al influir y mejorar la capacidad de concentración, el aprendizaje, el rendimiento laboral y deportivo, así como prevenir la fatiga crónica y mejorar la capacidad de recuperación frente al estrés o enfermedades.
Y algo muy importante que debemos tener en cuenta es cómo una nutrición sana, variada y equilibrada puede favorecer el bienestar mental y emocional. Existen evidencias sólidas que relacionan la calidad de la dieta con la salud mental: una dieta rica en nutrientes esenciales puede contribuir a la prevención de trastornos del estado de ánimo, ansiedad y depresión.
Algunas vitaminas del grupo B, entre otros nutrientes, tienen un rol directo en la síntesis de neurotransmisores como son las endorfinas, la dopamina, la prolactina o la serotonina, una serie de sustancias naturales relacionadas con la relajación y el alivio del dolor físico y emocional, la felicidad y el placer.

¿Cómo influye una nutrición equilibrada en el nuestra salud y bienestar general?
Una nutrición equilibrada proporciona al organismo todos los nutrientes esenciales, tanto macronutrientes (proteínas, grasas, carbohidratos) como micronutrientes (vitaminas y minerales) en las cantidades adecuadas para mantener su funcionamiento óptimo.
El impacto de una nutrición equilibrada es amplio y multifactorial, ya que no solo previene enfermedades, sino que optimiza las funciones del cuerpo y de la mente, promoviendo un estado de salud integral y de calidad de vida.
Respecto a la prevención de enfermedades, sabemos que disminuye el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles como obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión, dislipemias y enfermedades cardiovasculares y reduce la incidencia de déficits nutricionales y sus consecuencias (anemias, osteopenia, deterioro neurológico, inmunodeficiencias funcionales).
A nivel fisiológico, mantiene la integridad estructural de tejidos como la piel, los músculos, el sistema nervioso y los huesos; sostiene el metabolismo energético, la función hormonal, la renovación celular y la respuesta inmunológica; y algo muy importante como es favorecer el equilibrio de la microbiota intestinal, clave para la digestión, la inmunidad y la salud mental.
Una dieta equilibrada va a tener además un impacto muy positivo sobre el rendimiento físico e intelectual, al influir y mejorar la capacidad de concentración, el aprendizaje, el rendimiento laboral y deportivo, así como prevenir la fatiga crónica y mejorar la capacidad de recuperación frente al estrés o enfermedades.
Y algo muy importante que debemos tener en cuenta es cómo una nutrición sana, variada y equilibrada puede favorecer el bienestar mental y emocional. Existen evidencias sólidas que relacionan la calidad de la dieta con la salud mental: una dieta rica en nutrientes esenciales puede contribuir a la prevención de trastornos del estado de ánimo, ansiedad y depresión.
Algunas vitaminas del grupo B, entre otros nutrientes, tienen un rol directo en la síntesis de neurotransmisores como son las endorfinas, la dopamina, la prolactina o la serotonina, una serie de sustancias naturales relacionadas con la relajación y el alivio del dolor físico y emocional, la felicidad y el placer.
¿Cómo pueden ayudarnos los suplementos alimenticios?
Las personas sanas, con una dieta completa y variada, tienen cubiertas las necesidades diarias de vitamina, pero hay situaciones en los que debemos recurrir a la suplementación de estos micronutrientes.
Los suplementos alimenticios pueden ser una herramienta útil y, en algunos casos, necesaria e incluso imprescindible para prevenir o corregir deficiencias nutricionales, especialmente cuando existe una ingesta insuficiente o una malabsorción intestinal que impide alcanzar los requerimientos diarios de ciertos micronutrientes.
La suplementación puede ser fundamental en el caso de personas que siguen dietas monótonas, inadecuadas o restrictivas (vegetarianas estrictas, dietas hipocalóricas prolongadas, trastornos de la conducta alimentaria).
También se recomienda la suplementación de vitaminas con alto riesgo de déficit, como la vitamina B12 en veganos, vitamina D en personas con baja exposición solar o ácido fólico en mujeres en edad fértil.
En procesos de malabsorción intestinal en los que el intestino puede tener dificultad para absorber ciertas vitaminas, como es el caso de personas con celiaquía, patologías inflamatorias intestinales, (Crohn y colitis ulcerosa), insuficiencia pancreática o tras cirugías digestivas, etc., es importante la suplementación con algunas vitaminas (B12, A, D, E, K, folato).
En todos estos casos, la suplementación compensa lo que el cuerpo no puede absorber por vía alimentaria y, si es necesario, se administran por vías alternativas (sublingual, intramuscular o intravenosa).
La deficiencia de vitamina B12 por ejemplo, históricamente se ha tratado administrada por vía parenteral (generalmente intramuscular), ya que se pensaba que, en los casos de ausencia de Factor Intrínseco, por ejemplo, en pacientes con anemia perniciosa, no había absorción intestinal de vitamina B12. Actualmente existe la certeza de que la recuperación de los niveles de vitamina B12 se puede hacer mediante la administración oral de dosis altas de esta vitamina, gracias al proceso de absorción pasiva, por el que se absorbe vitamina B12 en intestino sin que sea necesaria la presencia de Factor Intrínseco. Este avance del conocimiento tiene una gran trascendencia para determinados pacientes (anticoagulados, hemofílicos, …) en los que la vía oral está especialmente indicada frente a la vía parenteral y en general por las ventajas que ofrece (no es dolorosa, es fácil de administrar y evita las visitas repetidas al centro de salud).
La suplementación es por tanto un recurso complementario eficaz en casos de déficit nutricional, malabsorción o necesidades aumentadas, pero siempre que su uso sea justificado, seguro y adecuadamente monitorizado. Y teniendo en cuenta siempre que, aunque los suplementos pueden ser beneficiosos, no deben sustituir una dieta equilibrada, ni tomarse indiscriminadamente.
El exceso de ciertas vitaminas o minerales puede tener efectos adversos (ej. toxicidad por vitamina A o hipercalcemia por exceso de vitamina D).
Por eso, su uso debe ser: personalizado, basado en diagnóstico clínico o analítico y supervisado por un profesional de salud (médico o dietista-nutricionista).